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El principe y la flor :APLH:

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Galatea-DNegro's avatar
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Una flor.

Esa flor.

Esa flor y él, lejos, a la interperie de algún lugar en el medio de la noche.

Se sentía el ser más estúpido del mundo.

Estúpido y enamorado.

Enamorado y avergonzado.

Avergonzado y arrepentido.

Arrepentido y triste.




El rubio miró el reflejo de su imagen desarreglada en el espejo de la laguna, luego de horas de caminata incierta.

Sus manos apretaban el tallo mientras los pétalos se retorcían en el vaivén, mostrando sus colores en un interesante efecto visual. Una flor que quizás apenas supieran que existía. Un espécimen raro lleno de funciones adicionales, fundamental para la flora de la que provenía. Una flor que era más que una flor.

Una semilla más que una semilla, de una tierra más que una tierra.

Un vasto territorio más que un vasto territorio.

Justo como él.

Suspiró. Y recordó.



-La ví la última vez que Gabriel me envió al Norte a revisar las fronteras con Paraguay. Cuando supe que estaba en época juré volver por ella, y aquí está- sonrió amplamente- ¿No es impresionante?

-Es muy… er…

-¿Linda, preciosa? ¿Maravillosa?

Silencio.

Más silencio.

-… peculiar.

El puchero de Brasil fue notable. No creía que todavía haciese algo semejante. Ahora el moreno era esbelto y tenía la altura que parecía alcanzaría en su madurez; un joven muchacho vestido de seda y joyas dignas solamente de un rey, que ahora recorría su amplia Casa no para mandados sino como diplomático de su muy reciente Imperio.

-¿Peculiar? ¿Es todo lo que tienes para decirme?

-Es que…

-Te lo concedo, no son flores a las que estás acostumbrado. Es del corazón del Amazonas, una de sus orquídeas más hermosas; además descrubrí que huele a chocolate- corrigió orgulloso cruzándose de brazos- Nadie la conoce, excepto tu.

(¿Tenía que sonrojarse por eso, cierto?)

-Oh, no sabía- volvió a mirar la planta, oliendo despacio y confirmando aquel gusto. Con razón no la soltaba.

-Deberías sentirte privilegiado- replicó con aire ofendido. El mismo gesto de Portugal.

-¿Ah? Ja, seguro- bufó mirándolo de reojo- Por tener una flor…

-No. Por tener ESA flor. Solo yo puedo sacarla de ahí porque solo a mí me dejan entrar y salir con vida, está bien escondida- se acercó un poco al sillón donde estaba sentado el otro- Es una especie única en su familia.

-Aja.

-… … ¿De verdad no vas a decirme otra cosa?

-¿Qué quieres que te diga además de 'gracias'?

-Un '¡¡Oh, Brasil, que dulce eres!! Eres muy tierno por arriesgarte y tomarte el trabajo de traérmela solamente a mí y ser el primero en todo el planeta en conocerla' sería apropiado.

La llamada Provincia Oriental comenzó a carcajear.

-Si sabes que no voy a decir nada de eso. Me conoces.

Brasil frunció su poblado entrecejo (cada vez que volvía a verlo el rubio juraba ques cejas se engrosaban).

-Déjame soñar, ingrato. No has cambiado nada. Siempre tan poco afecto a todo.

Bien, había dejado de causarle gracia.

-¿No te has preguntado entonces por qué cada vez que puedo escabullirme de Virreinato vengo a verte?

Era difícil imaginarse un carmesí en las mejillas de un moreno. Pero ahí estaba.

-P-porque eres su emisario y haces de negociador para que no nos enfrentemos de ninguna manera- le respondió en represalia, algo desarmado por la pregunta. No iba a dejarse fácil.

-Ah, ¿Esa es tu respuesta?- lo miró completamente, algo decepcionado.

-Es la única razón por la cual vienes tres veces al año.

-Son cuatro. Y no soy emisario de nadie; mi primo tiene gente para eso- bajó la vista hacia la flor entre sus manos, seco.

Un nuevo silencio inundó la sala. Uno bastante incómodo.

El joven rey caminó hacia él y se sentó en el lujoso futón delante del otro. Buscó su mirada hasta que finalmente la intensidad hizo que el otro se la devolviera.

-¿Acaso no sabes por qué te la regalo?- Provincia Oriental giró la cara hacia un lado, cruzándose de piernas- Lo sabes, por eso te pones así...

-No sé de que me hablas.

Brasil entonces le tomó la mano que descansaba sobre el apoyabrazos, colocando delicadamente la suya. Al voltear, el rubio encontró al moreno a un suspiro de su rostro, susurrándole en aquel lenguaje que le parecía miel en los carnosos labios.

-Es única, como tú. Es fascinante, como tú. Es inescrutable y misteriosa, como tú. Es bella, como tú- sonrió despacio- y solamente está en mi corazón... como tú.

Ahora sí debía sonrojarse ante la falta obsoluta de capacidad para corresponder semejantes palabras. Pero no podía permitirse estar descolocado por mucho más tiempo.

-... también dijiste que era rara. Espero que no lo compares para mí eso- quiso sonar ofendido, pero la actuación había sido bastante ridícula a punto que el brasilero rió despacio.

-Oh bueno, todos tenemos algo de rareza; es lo que nos hace ser lo que somos después de todo- confiado se sentó a su lado sin mediar la distancia. De hecho, era (incómodamente) inexistente.

-Bra--

-Te extraño tanto- le soltó ruborizado nuevamente, tomando coraje e inclinándose sobre él pero sin tocarlo- Cuando te alejas en aquel maldito barco cada vez que te vas, lo único que pienso es en hundirme en el mar para clavar el ancla y no dejarte ir. Cuando no me respondes mis cartas se me oprime el pecho; incluso deliro en sueños, pensando que puedo llegar olvidar tu mirada, tu sonrisa, tu picardía... tantas cosas que has enterrado tras esa máscara- Parecía que había estado pensando aquello desde hacía tiempo- Tengo miedo que el tiempo, que se lleva tan facilmente a los humanos, haga de mí solo un baúl lleno de nostalgia y viejos recuerdos de felicidad, que tu rostro y tu piel, tu cuerpo y tu calor, tu aroma, se desvanezcan en el aire. Todas las noches rezo a Dios de que no me quite eso de tí, y que me lo devuelva cada vez que escucho tu nombre.

El rubio abrió la boca y la cerró, anonadado con toda la sangre acumulada en sus mejillas. Su cuerpo se tensó más aún cuando el otro se inclinó sobre su oído.

-¿Por qué estás allá, lejos de mí? Vuelve, por favor- le susurró con tanta pasión que las lágrimas se agolparon en los ojos- No sabes cuánto te necesito, cuán vacía está mi casa sin tí. Aquí serás próspero, libre de los caprichos de alguien como Virreinato y los mandatos de su terco padre- abrió los ojos despacio- Sabes que aquí no serás un súbdito de una corona que siquiera conoces. Junto a mí, serás un príncipe. Mi príncipe.

Su príncipe.

El charrúa se levantó ofensivo, como si recordara algo. Volteó a verlo.

-Lo siento, no puedo responderte a eso. Ni debo- le cortó, comenzando a caminar hacia la entrada- Si soy como esa flor, también hay otro pequeño detalle.

-¿Cuál es?- el tono de Brasil era de puro desconcierto. Por un segundo juró haber tenido al pequeño charrúa con él, como cuando eran niños.

Pero era una ilusión. Aquel muchacho finamente arreglado como un caballero, casi adulto e inclusive más alto que él, simplemente... era otra persona.

-Si está en tu corazón y es única, como dices, significa que solamente puede estar aquí. Que te pertenece- le señaló mirándolo fijamente- Yo no te pertenezco.

¿Podía el silencio tener ruido de cristales rotos?

-Querido mío, qué te han hecho- se lamentó al verle allí, de pie alejado de él con una mirada que parecía trozar el hielo- ¿Acaso dudas de mis palabras?

-No- lo enfrentó- Se que dices la verdad, es una de tus virtudes. Por eso no puedo responderte. La situación es difícil para todos nosotros y mis intervenciones así como mi presencia aquí desconozco si tienen un propósito o no.

-Aquí nunca fuiste intermediario, ni cargaste con los problemas de tus mayores. Gabriel nos dio espacio para ambos.

-Aquí era menos que un súbdito, era un siervo- le espetó, memorias que deseaba enterrar borbotaron y luchaban por salir- Gabriel siempre me utilizó hasta que le dejó de convenir tenerme- se detuvo pero continuó- Porque estaba peligrando tu confianza y no podía darse ese lujo contigo. Sino no serías lo que eres ahora.

-¿Cómo?

-Eres un rey porque tus Majestades han nacido aquí, pero aún así tienen sangre portuguesa. Siempre pensó eso para tí; yo no entraba en sus cálculos. Así que simplemente dejé de serle problemático cuando dejó que Don Antonio viniera por mí.

-¡Gabriel te quería con nosotros!

-Es lo que te dice a tí para consolarte. Antes lo seguías ciegamente, hubieras muerto por él. Pero siendo el tercero en discordia, tuvo que deshacerse de mí aún y con los costos que eso implicaba. Fue admitir una debilidad frente a su hermano, pero la balanza marcó que tu eras su prioridad, y fue acertado en eso. Por eso estoy del otro lado- le señaló carente de sentimientos en su rostro- pregúntale a él entonces por qué estoy allá.

-¡¡Por qué insistes en hablar mal de nuestro hogar!!

-¡El usurpó tu casa y se adueñó de todo. No te das cuenta que él piensa que todo esto es suyo! La misma necedad que Virreinato veo en tí. Ellos no los protegen, los usan, como a todos nosotros- se mordió el labio- quizás puedo notarlo porque lo observo desde afuera; porque no tengo un lugar fijo y percibo los entramados de estas confrontaciones, de la guerra silenciosa que se desata sobre, delante y debajo de mí. Veo todo y escucho todo. Y ni tú ni mi primo son nombres importantes en sus oraciones: Son parte de la propiedad.

Brasil se puso de pie amenazante.

-Te han llenado la cabeza de esas ideas absurdas creyendo que eras infelíz aquí, cuando me tuviste a tu lado siempre- se tocó el pecho- No hables como si todo hubiera sido un mal sueño, una pesadilla. Fuimos felices muchos años. Quiero volver a esos años, aún es posible. Solo tienes que pedirlo a Antonio, a Gabriel.

-Mi opinión les es irrelevante a cualquiera de los dos. Inclusive a tí- el otro se sorprendió- me reclamas y me imploras que vuelva contigo como si fuera precisamente una cosa, como si fuera esta orquídea, que puedes tomar y dejar a tu antojo.

-¡¡Demonios, necio charrúal!! ¡Te amo con locura, no entiendes eso!- su voz se tornó desesperada, dando unos pasos hacia él- Te amo, quiero que estés conmigo, porque sé que puedo hacerte feliz y darte todo el amor que necesitas, que mereces y más aún. Cada día, cada segundo de nuestras existencias.

-Yo n--

-Si, soy egoísta, pero por ambos- le cortó- Aquí serás lo que nunca podrás ser allá. Y lo sabes.

El rubio estaba listo para arrojarle algo por la cabeza, pero se detuvo. Ese era un punto. Porque por más que sintiera menos opresión por parte de España, su atención recaía sobre muchos más hijos; y Virreinato era el predilecto para crecer, él era el consentido, el otro pequeño rey del Río de La Plata. Paraguay y él eran simplemente dos provincias, extensiones de su primo. Claramente, el otro rubio también tenía intereses, con la misma codicia que el viejo español. Una codicia que superaba a Portugal.

-Yo no pretendo ser nada más de lo que soy- dijo entonces- porque así como esta flor, yo no eligí existir. Simplemente estoy y cumplo una función; cómo y cuál, creo que ninguno de ustedes la sabe, ni yo- se admitió mirando a la planta entre sus dedos- pero definitivamente no es ser un rey, ni un príncipe, ni un siervo, ni un súbdito, ni un esclavo. Algún día lo descubriré por mí mismo, de eso estoy seguro- lo miró a los ojos- como estoy seguro de que eso no tiene nada que ver con mis sentimientos. ¿Crees que me he olvidado de tí por cruzar el río? ¿Qué no añoro cada momento que hemos pasado juntos en los montes, en la selva, en los solitarios lagos contemplando el Noctiluca? ¿Me crees capaz de olvidar todo lo que me enseñaste, de todo lo que hicimos y aprendimos juntos... de esos momentos especiales para nosotros? ¿Me crees capaz de olvidar todo el amor que siento por tí, estúpido inchalá tupí?

Esta vez fue el turno del moreno de abrir y cerrar la boca y tartamudear.

-No, no he olvidado- continuó- Porque aún puedo ver que estás ahí, detrás de todas las telas que te visten como algo que, precisamente, no eres. Aún tus ojos tienen el brillo que me enamoró; el mismo que me regaló esta flor con esas hermosas palabras- le sonrió dulce- Pero dime, Imperio del Brasil ¿Realmente piensas qué esta posición qué tienes ahora, tus riquezas, tu realeza, te pertenecen realmente? ¿Qué esa es tu función en el mundo? Porque estoy seguro de que tu también eres como una flor; una rosa blanca, hermosa e inmaculada que aún no ha sido descubierta.

El moreno no sabía exactamente qué responderle o cómo reaccionar. Provincia Oriental se había convertido en un joven de palabras precisas y justas, contrario a su verborragia o a la del Virreinato del Río de La Plata. Un postura calculadora que, a la hora de expresar emociones, no sabía si estaba siendo sarcástico o si hablaba de verdad; si estaba mirando fríamente pensando sus movimientos y palabras cual estratega, o estaba dejando salir al niño que alguna vez jamás le soltó la mano.

Realmente no podía saber donde terminaba uno y empezaba el otro.

Era extraño, peculiar.

Como esa flor.





Todo lo siguiente se había vuelto borroso. Luego de aquel diálogo el calor y el sofocamiento de la tensión no le distinguió en que momento el moreno se acercó a abrazarlo, a sostenerlo con fuerza; en qué momento el derramó lágrimas de dolor y placer al sentir la piel caliente del otro contra la suya; siquiera cuando se besaron con desenfreno y la excitación inundó los corazones de ambos, arrancándose la ropa.

Placer, placer, placer, amor.

Luego, el cielo tachonado de estrellas fuera, a la vista del ventanal.

Más tarde, ropas colocadas nuevamente en su lugar. La puerta que se abre. El amante dormido en el lecho.

Finalmente, el adiós silencioso.




Y ahora esa flor, ahora entre sus piernas. Esa flor que cayo al agua rompiendo el espejo de su contemplación en el que pudo ver sus pies.

Esa flor que no era flor.

Cada vez que ambos se cruzaban, sucedían movimientos contrarios y simultáneos, como fuerzas sagradas del mundo. Cuando estaban solos se mataban, recriminaban, discutían, o los silencios actuaban por ellos. Con algo de pena recordó que aquella vez no había sido la única en que la pasión había ganado su juicio. En uno de esos viajes de aquel año, la añoranza los arrebató por horas en lugares prohibidos, entregados mutuamente llenos de promesas de fidelidad más allá de todos, de todo. Más allá de ellos mismos.

No importaba cuánto tiempo pasase o qué sería de ellos. Solo había una certeza.

Él era príncipe y una orquídea, y Brasil un rey y una rosa.

Pero ambos residentes del mismo jardin: el corazón el otro.
~ Aclaraciones correspondientes ~

*Esta historia ocurre en epocas coloniales en donde el Imperio de Brasil estaba aprendiendo a ser Imperio en sus primeros años y cuando Uruguay (en ese entonces Provincia Oriental) estaba ya integrado en el Virreinato del Rio de la Plata (Argentina) junto con su primo Provincia del Paraguay (Paraguay).

Por ese entonces, las relacion de Brasil y Uruguay se volvio algo tormentosa con las ideas y venidas de este ultimo; un vinculo historico especial y poco explorado que decidi tocar.

El despecho, se imaginaran, traera la desidia de la Guerra Cisplatina o Guerra del Brasil entre Argentina y Brasil por la tenencia de Uruguay... pero eso es otra historia.

*Latin Hetalia, el fandom a donde esto pertenece es para mí el más grande, completo y hermoso fandom que se ha creado de las versiones fancanon.
Si les gusta otro fandom diferente y vienen con intenciones de decir por qué no es como el otro, bueno, ya saben a quien me debo.

*Uruguay fue creado por :iconrowein:, Brasil por :iconhinata-neko: y Portugal por :iconschreiend:

~*~

Disfruten!
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PecheOublie's avatar
Como siempre: sin palabras, demaciado hermoso *snif*